EL  “GATEAO “  DE  DON  SEGUNDO…

 

En el campo oriental, el paisano le llama “gateao” ( y el pueblero “gateado”) al equino que presenta la llamativa característica de tener el pelaje bayo encerado, pero, con una lista negra, que recorriendo el lomo del mismo, une la cruz con la cola, en un capricho singular de la divina providencia.-

Por más datos al respecto, la palabra “bayo”, proviene de “badius”, que quiere decir amarillento.-

Pues bien, el “gateao” al que me refiero en estas líneas, no es otro que aquel que hace un buen tiempo atrás me lo acercó la historia, escrita y oral, que oí desde niño en el boliche de mi padre y tenía como protagonista principal a don Segundo OXLEY.-

Don Segundo OXLEY!!... “El Viej´ Ocle”, como le decían los viejos y las viejas vergarenses, que le habían conocido y lo habían tratado y que sentían por él, una especie de veneración, más que respeto.-

Un paisano de tierra adentro, quizás nacido en la Séptima Sección de Treinta y Tres, en las Costas del Olimar Grande y con un pasado sufrido y guerrero, que aun estaba inconcluso.-

Porque de él, solo se sabía con certeza, que desde mozo joven había sido revolucionario blanco. Desde la de 1870 y hasta la de 1910.-

Con un paréntesis transitorio, en el cual había sido el Primer Comisario que hubo en el “Pueblo del Parao” (hoy, ciudad de Vergara), después de suscrito el Pacto de la Cruz, por blancos y colorados, el día 18 de setiembre de 1897, con las consideraciones y condiciones allí establecidas.-

Que había vuelto nuevamente a tomar las armas en 1904, habiéndose destacado virilmente en la acción sangrienta de Tupambaé, donde contaban, que al atardecer del día 22 de junio, ante el fuego mortífero de las ametralladoras gubernistas, que estrenaba el General Pablo GALARZA y cuando la División Treinta y Tres, al mando del Coronel BERRO y cuyo segundo jefe era OXLEY, se batía en retirada, un infante blanco, fue alcanzado de lleno en una pierna por un balazo, que hiriéndole la misma, lo postró en el suelo de miedo y de dolor.-

En esos instantes, pasaba don Segundo a caballo y de galope, cuando logró oir aquel grito hecho súplica, por encima de las descargas gubernistas: - No me deje Comandante…Qué los salvajes me deguellan!! (Se refería a los soldados colorados).-

De inmediato, el viejo viró el caballo, para socorrer al compañero y en ese momento, otra bala del gobierno, le mató su caballo, hiriéndole a él, en una pierna.-

Rengueando, agazapado, poniéndole guapeza al sufrimiento, el Comandante OXLEY, se aproximó al herido, lo agarró como pudo y sin ayuda ninguna, lo sacó de arrastro del campo de batalla, salvándolo así, de una muerte segura.-

Ese hombre, que descendía de inmigrantes ingleses, de estatura baja, no muy corpulento, huraño, de pocas palabras, digno y honesto, a su muerte dejó varios hijos (sin llevar el apellido original), una fama más que ganada de corajudo y además, una sapiencia sin límites en cuanto a tratamientos con yuyos, con agua fría o con cataplasmas varias, si el caso así lo requería…

Había sido lancero de Ángel MUNIZ en 1870, cuando la revolución del General Timoteo APARICIO. Mientras que en 1886, leal al General Justino MUNIZ y al Comandante Fortunato JARA, estuvo en el Quebracho, del lado del Presidente SANTOS.-

Siguió a JARA (deslindándose de Justino MUNIZ), en 1897 y en 1904, luego de vivaquear por los campos casi desiertos, se encontró en el crepúsculo sangriento de Tupambaé.-

Por último en 1910, ya enraizado para siempre en Vergara, acaudilló un movimiento de leales a Basilio MUÑOZ, pero prontamente, llegó la paz y conjuntamente con ella, una amnistía a los jefes revolucionarios.-

Pero, se contaba en los fogones criollos, que en tiempos de joven de OXLEY, cuando el matreraje asolaba campos y montes esteños, el solo, sin ninguna compañía, había prendido mano a mano y en memorable encuentro a Alejandro RODRIGUEZ, un matrero joven, que tocaba bastante bien la guitarra, era ganador con las damas y a quien por la larga cabellera rubia que ostentaba, le llamaban “El Clinudo” o “Manta Ruana”, con varios encuentros y desencuentros de sangre, en su haber.-

OXLEY, para ese tiempo, vivía en las Sierras del Yerbal y tenía un caballo gateado, que por su valor y garantía de buen pingo, se había ganado un lugar preponderante entre el vecindario de la zona.-

“El Clinudo”, conocía ese caballo…

Y valido de su fama de “matón sin sueldo”, envió un emisario ante don Segundo, con la respetable consigna de comprarle a cualquier precio el caballo; pero, previniéndole que de no venderlo, se lo quitaría a la fuerza, si así era necesario.-

OXLEY, escuchó al enviado del matrero, pero al cerrar el círculo de la despedida con una rotunda negativa en cuanto al negocio propuesto, también se imaginó que desde ese día “El Clinudo” transitaría los campos y dormiría oculto bajo la noche estrellada, llevando a la espalda, ése, su nuevo enemigo.-

Todo, se desarrolló con tremenda celeridad.-

Una madrugada, a la salida de un baile en las Sierras del Yerbal, el paisano y el matrero, se encontraron mutuamente, midiéndose la voluntad y la bravura con la sola frialdad de las miradas.-

Pero “El Clinudo”, ganó el campo y huyó en su caballo a toda carrera.-

Don Segundo, le cerró de piernas al gateado que montaba y después de una corta persecución, empardó la carrera del otro caballo, volteó a su oponente, se tiró y lo apretó en el suelo, quitándole el facón y por último, lo inmovilizó atándolo con el maneador.-

Después lo condujo a Treinta y Tres y lo entregó en el edificio de la Jefatura Política y de Policía de la incipiente Villa.-

Así terminó el periplo de fechorías y desencuentros para Alejandro RODRIGUEZ, quien el 26 de agosto de 1895, en la Cárcel Montevideana, se auto eliminó, degollándose. Tenía solo 23 años de edad y sobre su fama, más que siniestra, pendía el punzante estigma del robo y del homicidio…

Por su parte, como centro de atención de estas páginas y en un viejo rancho ubicado en la confluencia de las calles Fortunato Jara y Lucas Urrutia, de Vergara, se iba apagando como un candil, la vida de don Segundo OXLEY.-

Viejo, pobre y cansado de las revoluciones, acompañado por una vecina que le ayudaba a curar las viejas heridas de 1870 (dos lanzazos) y de 1904 (un tiro de fusil), con yuyos, con agua fría y cataplasmas, en 1935, aconsejó sabiamente a sus hijos mayores, que huyeran para el Brasil, en lugar de seguir la intentona revolucionaria de Basilio MUÑOZ.-

Tenía razón el viejo, porque la misma, se disolvió a los nueve días de iniciada.-

Había muerto doña “Nena” RIVERO, su antigua compañera, madre de la mayor parte de sus hijos.-

Ya no quedaban matreros, ni desertores, ni revoluciones a lanza y a fusil. Los caudillos vegetaban en su aislamiento de olvido e indigencia. Más allá del Dr. GOROSITO TANCO, quien a menudo lo visitaba, compartiendo horas, causa y experiencia con los más variados yuyos y las más intrincadas curaciones…

Tenía casi 90 años, cuando cerró los ojos a la vida don Segundo OXLEY y cuentan que en el delirio provocado por su creciente senilidad aunada a la fiebre que le provocaba una enfermedad terminal, pretendía sentarse en la cama y daba órdenes, como mandando en el medio de la batalla: - Pa` lante carajo!! …Pa` lante carajo!!... Lanza en mano y de galope tendido….

Pero además, entre el mundo irreal que navegaba, pedía e insistía una y otra vez, con que le arrimaran su caballo de guerra, para montarlo de nuevo y hacer punta en la División… Ese, era su caballo gateado…

Una calle de Vergara, con justicia que se comparte, lleva el nombre del viejo guerrero criollo…