Aun se mantiene en pie.-

Firme al tiempo que transcurre inexorablemente. Cargada de viejas esperanzas e historias antiguas, que muchas veces, por el solo hecho de contarlas, cubrieron de luces y sombras, las noches anodinas y tranquilas del pago.-

Por supuesto, que aun está habitable para las nuevas generaciones. A pesar de que su estructura ha sufrido modificaciones, el aspecto exterior no ha cambiado mucho en su forma original, quizás, atendiendo a su más que buena construcción.-

Está enclavada en la esquina de las calles Joaquín Suárez y Jacinto Ruiz, de la ciudad de Vergara.-

A metros nomás de la Escuela nro. 17 y esquina cruzada a la vieja casona construida por Luis LINERAS y que hoy, ocupa la familia SCARANO-MEDINA. Frente mismo, a la casa que a principios del Siglo 20, albergó la sastrería “La Vencedora” del “tano” inmigrante don Nicolás SCARANO RAMAGLI. Y que quedaba contigua a la cancha de pelota de mano, que en el año 1905, regenteaba allí, Prudencio SALVARREY.-

Tan es así, que los de mi generación cuando éramos niños de ocho o nueve años de edad, alcanzamos a conocer un trozo de pared, casi llevado a los cimientos, donde se levantaba el frontón de la cancha referida.-

A tantos años de esos hechos, cierro los ojos, reflexiono para mis adentros y veo como una postal indeleble, ese, mi barrio adoptivo.-

Que primero conoció mis pasos vacilantes de niño. Después, mis pasos sin apuro, cuando la túnica gris y corbata celeste, acudía al llamado ineludible, de la vieja campana lineal, ubicada en la casona de la calle Marcelo Barreto, frente a la Sucursal del Banco República y donde en otro tiempo, había residido su dueño, don Juan María QUIROGA.-

Cuando el Siglo 20 ya expiraba, cruzaron rápidos mis pasos de hombre, por la vereda del lugar, convertido de golpe en empleado público y por qué no?  Envuelto a la fuerza en la vorágine hiperactiva, que se desplazaba hacia el Siglo XXI.-

Aunque nací en el barrio “La Cuchilla”, de la ciudad de Vergara, en la calle Meliton Muñoz, entre José Zuluaga y Fortunato Vergara, a una cuadra y media de donde hoy, resido, (según me contaron) a los seis meses de edad, pasé a vivir con mis tíos, padrinos y a su vez, mis padres de crianza, Prudencio ANTUNEZ e Irma CUELLO, en el barrio “El Centro” y en “LA CASA DE LOS ROBAINA”…

Venía de un barrio de gente muy humilde, donde entre otros vivían: don Octaviano LOPEZ ( que había sido revolucionario en 1897, 1904 y 1910), su hija, doña Ramona; Bernabé CORREA (que había sido Oficial de la policía en la Comisaría de Rincón, tenía una caligrafía espectacular y sus letras manuscritas, eran modelo, para confeccionar sellos de goma); el negro Alcides MACHADO (que era zapatero fino); Santos FALCON (que era tropero y encargado de la Pista, en el local de ferias “Los Timbres”), su esposa Maruja MIER; Sandalia TOLEDO (que era esposa del Guardia civil Iracelio CARABALLO y su padre, se llamaba Revaldía GRANADA) y no menos del turco Jorge ABRAHAM, que era comerciante y una especie de patriarca en el barrio. Con su linaje libanés, su bagaje de historias, sus dichos llenos de experiencia y su andar cansino, como que todavía cargaba en sus hombros, el cajón que lo ayudó a forjarse un porvenir bastante holgado.-

El y su compaisano Domingo MAIQUE, en el año 1911, se habían establecido con comercio, en la cuadra, donde hoy resido y en la esquina de las calles José Zuluaga y Meliton Muñoz.-

Los dos turcos, hombres honrados y de trabajo, laburadores “como enanos”, tenían una enorme huerta que abarcaba gran parte de la manzana y con su persistencia de hormigas, acumularon una bien trabajada fortuna. Que como toda hazaña de pueblo chico, les granjeó envidias, simpatías o comentarios al paso, que nada tenían que ver con sus quehaceres cotidianos.-

Don Jorge, había ingresado por el Brasil, en un barco carbonero, “con una mano atrás y otra adelante”, tenía un tatuaje en uno de sus brazos (impuesto por el gobierno, a su arribo al Uruguay), jugaba al truco “que se pelaba” y cada vez que me veía, acariciaba mi cabeza con su mano grande, al momento que exclamaba radiante: - Oh! Mío tocayo…

No sabía leer ni escribir en español. Pero con las pocas rayas que tiraba, le bastaba y sobraba para defenderse, de las cuentas y “ribajes” y “nigocios” que tenía…

Era muy amigo de mi padre y de mi madre, excelente vecino y por sobre todas las cosas un hombre que había andado muchos caminos hasta forjarse un porvenir y eso lo había vuelto

un comerciante, con mucha experiencia y visión del mundo que lo rodeaba.-

- Li intiendo!.. Li intiendo!!... Pero es qui a quiabeza no da!!... Y con el índice derecho, se golpeaba repetidamente la sien del mismo lado, en un claro además de reprobación a un negocio, que de lejos, veía que daba quiebras.-

El otro que lo escuchaba, después de insistir varias veces con lo mismo, darle vueltas y más vueltas al asunto, salió puerta afuera, sacudiendo la cabeza y sin decir “hasta luego”, tan siquiera…

Cuando el mediodía se lo tragó de apuro calle afuera, aun, le quedaban fuerzas y ganas de seguir acordándose del “turco viejo”: - Tá turco bien bellaco!!.. Entendía pero la cabeza no le daba… Siguro, como no podía sacar tajada se abrió como´ na sombrilla… Pero que bicho bien ligero!! Si le aflojan corre hasta maniao!! …

 

 

DE  FLORIDA  AL RINCON  DE  RAMIREZ

La casa de los ROBAINA, comenzó a construirse a principios del año 1920.-

Mi padre, tuvo la enorme dicha de ver nacer esa construcción, cuando asistía a clases en la Escuela Nro. 17, bajo la tutela entre otras, de Zulma BUZO y Rosa DUCATELLI DE PADULA (la esposa del “Rubio” PADULA) y a quien conocí viejita ya, cuando residía en la casona matrimonial del barrio “La Cuchilla”, por calle Carolino Vergara, de esta ciudad.-

Originalmente, destinada a comercio de Ramos Generales, la casa de los ROBAINA, creció en tamaño y en altura, con el fin de albergar bajo su techo, a una familia bastante numerosa. Porque eran once, los ROBAINA, entre varones y mujeres…

Los dos viejos, don Felipe ROBAINA y doña Dolores MORENO, alias “Doña Lola”, como se le conocía en el ambiente lugareño, venían con algunos de sus hijos mayores, procedentes del paraje “La Escobilla” en el Departamento de Florida y estaban emparentados a su vez, con María MATIAUDA (la compañera de Martín AQUINO) y con el corredor de autos, Héctor SUPICCI SEDES, quien en el año 1940, los visitó en Vergara.-

Llegaron a esta zona, comprando campo y dedicándose a la explotación ganadera y agricultora, en las Costas del Sarandí Grande, en el Rincón de Ramírez. Allí mismo, donde años después, pasó a ser propiedad de la Sucesión OBIAGA, pero los más viejos de esa época, siempre le llamaron “El Potrero de las Magallanes”. En alusión a las hijas de un Capitán del Ejército, que había sido propietario de ese campo.-

Casualmente, los campos de don Felipe ROBAINA, lindaban con el campo del viejo Severo ANTUNEZ GARCIA y allí, nació mi padre de crianza, un 28 de abril del año 1913. Su amistada con los ROBAINA, le venía desde esos años, a pesar de que todos ellos, eran mayores que él. Ventura, que era el más chico en edad, de la familia, también había nacido en la Costa del Sarandí Grande, un 14 de julio de 1907. Por lógica, era casi seis años mayor que mi padre, lo que no fue obstáculo alguno, para desarrollar una inmensa amistad, que se vio truncada en el año 1988, con la muerte de Ventura a causa de una afección cardíaca.-

Honrado, trabajador, buen vecino, don Felipe ROBAINA, bien pronto se ganó un lugar, en la llanada luminosa y apacible, del Rincón de Ramírez.-

Hombre de prestigio y amistades caudillistas, más de una vez, fue visitado por el caudillo blanco, Coronel Bernardo Gervasio BERRO.-

Estaba viejo y achacoso. Sobre su espalda, pesaba el estigma de las revoluciones fratricidas y la prisión de 1910, cuando ante el levantamiento de Basilio MUÑOZ, el gobierno del Dr. Claudio WILLIMAN, lo creyó conspirador del movimiento y como tal ordenaron su prisión en la Jefatura de policía de Treinta y Tres. Sin embargo, el Coronel BERRO, que había sido Jefe de policía en Treinta y Tres y antiguo Comisario, en el Rincón de Ramírez, con el grado de Sargento Mayor, desde 1894 a 1897, ahora, estaba comprometido con la paz y el progreso ganadero de la zona.-

Muchos años después, los ROBAINA hijos, recordaban al venerable anciano, de luenga barba blanca, que viajaba en volanta, asistido por dos jóvenes que cumplían funciones de ayudantes.-

Contaban además, que una noche de esas, mientras rodeaban la lumbre crepitante del fogón, contando hechos familiares e historias nacidas al influjo de la guerra, el negro Hilario RODRIGUEZ, que había sido carrero de carreta con bueyes, en el Parque del General Aparicio SARAVIA, en 1904, le recordó a BERRO, en un momento dado: - Usté, si qu’ era guapo en los entreveros, mi Coronel!..

Y el viejo Coronel BERRO, sonriéndose del halago del cual era partícipe, le contestó con sobriedad, sin esfuerzos ni altanerías, casi midiendo las palabras: - Ah sí!! En los entreveros, todos somos guapos!!...

Y sin inmutarse en lo más mínimo, siguió charlando y tomando mate, como si nada hubiera ocurrido.-

A pesar de todo eso, en 1897, cuando se desarrollaba la batalla de Aceguá, sus propias manos, habían dado sepultura a su hijo Teodoro, que con apenas 18 años de edad, había caído para siempre, peleando junto a la vanguardia nacionalista.-

LOS  MULATOS  “RIBAÑA”. . .

No se por que motivo, pero desde niño, siempre oí nombrar a los ROBAINA, por el sonido particular, que al hablar emitían los viejos de otra época, cuando decían: “Los Canarios”… “Los Canarios Robaina”…

Decía Julián MURGUIA, aquel famoso periodista y narrador de Cerro Largo, que “paisano” es el hombre que anda a caballo, acostumbrado a tender la vista en el horizonte, mirando lejos, llanuras, cañadas, serranías. . .

Por su parte “canario” es aquel hombre, gaucho también, pero que en contraposición al primero, manido de bueyes, arado, yugos y coyundas, a picana y a grito limpio, labra la tierra, escarranchado sobre los terrones. Y tampoco mira lejos como el otro. Lo hace cerquita nomás. Cuanto, cuanto, para contar los pasos de la melga y después tranquear duro y parejo, abriéndole el vientre a la tierra luminar.-

Sabe también, que al desparramar las semillas, en el surco abierto, está entregando generosamente y desinteresadamente, su propia vida.-

Los ROBAINA, serían labradores? O serían descendientes de las primeras familias canarias, que vinieron a poblar San Felipe y Santiago de Montevideo?... Nunca pregunté tal cosa, a pesar de que tuve oportunidades de sobra. Sólo me limité a escuchar…

Y eran once, los ROBAINA, entre varones y mujeres: Juan Gualberto (a quien le llamaban Felipe), Juana, Ema, Esmeralda, Aura, María Ester, Leandro Mercedes, Pedro Vifredo, Telma, Dolores, Roberto y Ventura Ramiro, que era el menor.-

Pero además de ser “canarios” los varones, principalmente por el color de la tez y el cabello algo motoso, en algunos de ellos, la gente del pago, detallista, observadora y dolorida en cierto modo por el protagonismo que estaban adquiriendo, dieron en llamarles “los mulatos” ROBAINA.-

Así fue, que en unas pencas famosas que se disputaron en Vergara y que don Honorio ZULUAGA, había jugado bastante al favorito, vio truncada su gloria, cuando entre la polvareda de los parejeros y el griterío de la gente, la sentencia falló sin problemas: - Con luz!! El moro e`los Robaina…

A toda boca, el viejo preguntó convencido a medias: - Y cuál fue el qué ganó con luz?...

Le respondieron: - El moro e`los Robaina… Unos mulatos que vinieron de adentro… De Florida de por`ái… Y el que hablaba se deshacía en detalles y estiraba el brazo derecho, como señalando y tocando rumbos hacia la tierra floridense.-

Don Honorio, con la marca ardiéndole en el lomo, bravo a más no poder, con los nuevos vecinos, se desató a los gritos en una retahíla de palabras, que jamás las olvidarían quienes tuvieron la oportunidad de escucharlas.-

-A ver… A ver… Donde`stán carajo…donde se han metido carajo, esos mulatos Ribaña… Aquí hay plata y más plata, que también!!...

Y el viejo, se golpeaba repetidamente el bolsillo derecho de la bombacha, como queriendo impresionar y vulnerar el honor, de los afamados carreristas…

EL  LORO  DE  LOS  ROBAINA

Fue un asunto muy comentado, para los hombres y mujeres, de aquel Vergara de la década del 30.-

Porque era la curiosidad trasmitida a través de muchos ojos y no menos bocas, que denotaban asombro y simpatía a la vez, cuando veían aquel pajarraco de colores encendidos, columpiarse en el extremo superior de una escalera, que siempre estaba en el comercio, trasladándose de un lado hacia otro, al paso amortiguado de sus patas chuecas.-

Era “Pedrito”.-

El loro paraguayo de los ROBAINA, que además de sonidos, prosas y chillidos indescifrables, silbaba como carrero, imitaba voces y decires de los paisanos, además de llamar a cada uno de los moradores de la casa, por su propio nombre.-

Cuentan que todas las mañanas, a eso de la hora 08:00`, comenzaba a llamar de a uno, a los ROBAINA. Y después de que lograba reunir los nombres en una especie de rodeo imaginario, se revolvía frenéticamente en el peldaño de la escalera, ordenando desde allí a grito pelado y sin apelaciones:- A tomar café!!..

Y los “canarios”, sabían, que el loro decía la verdad…

Para ese tiempo, Alfredo GUADALUPE, que era relojero y platero, dueño en Vergara del comercio afín a sus profesiones “La Sirena”, andaba noviando con Esmeralda ROBAINA (la que luego sería su esposa) y en familia, lo llamaban por el mote pintoresco de “El Rubio”.-

Cuentan que una mañana de octubre, GUADALUPE, abandonaba el comercio de los ROBAINA por la puerta principal, cuando escuchó a sus espaldas un silbido agudo y tras él, la palabra: - Rubiooo!!...

Se dio vuelta y solo pudo percibir que doña “Lola”, única ocupante del comercio en esos instantes, estaba barriendo, de cabeza gacha.-

Recompuso la marcha y al dar otro paso, otra vez, el silbido agudo y la palabra tajante: -Rubioo!!

Miró hacia atrás y la vieja, seguía meta y meta con la escoba y la cabeza “con los ojos en el suelo”, pero no aguantó y fue a su encuentro…

-Me llamaba doña “Lola”?..

- No m´hijo, yo no llamé pa´nada- dijo la vieja parando la escoba y levantando la vista… Después agregó: -Debe ser el loro m´hijo que lo llamó… Ese bicho, sabe vidas y milagros de todo el mundo… Es lo más chusma qui hay!!!

GUADALUPE, por no reírse en la cara de la vieja, le dio la espalda, ganó la puerta y se perdió calle afuera, entre los chorros de luz, de aquella mañana de octubre.-

Tiempo después, a causa de una insolación provocada por el olvido involuntario de uno de los ROBAINA, el loro “Pedrito”, moría en el patio principal de la casa, sin poder escapar de la jaula, donde se encontraba prisionero…

Como muchas heridas, que duelen en lo profundo del alma, sin dejar siquiera una cicatriz de consuelo, recién ahí, muerto y sin amigos que lo lloraran, “el loro de los Robaina”, comenzó a ser una leyenda…

Material Jorge Muniz