VERSIONES  NUNCA  CONTADAS ….

He pasado durante muchos años, tratando de hilvanar estas memorias, de darle forma y contenido, para que algún día y en algún momento, alguien pueda sacar sus propias conclusiones.-

No me ha sido nada sencillo, escribir estas líneas. Y en ese caso, la verdadera magnitud del hecho, la locura de la muerte, el sufrimiento, la abnegación, la desidia voluntaria que existió ante hechos puntuales, el respeto por los participantes fallecidos, sumado al respeto por los descendientes de cada uno de ellos, que viven para contarlo, fue sin duda alguna, un escollo más que importante importante.-

Sin embargo, el día 11 de diciembre del 2011, cuando en compañía de mi esposa, realizamos el “Vía Crucis” de calvario y dolor, que recorrió Dionisio, por “el camino del monte”, en dirección al Poblado de “El Oro”, sentí en el fondo de mi alma, aquella sensación extraña y difusa de que tenía que escribir, todos aquellos datos, que desde hace muchos años atrás, guardaba en el alma, en el corazón y en el intelecto.-

Entonces, me remití a aquellas voces vergarenses, que ya no están entre nosotros; pero que antes de irse, contaron una y otra vez, frente a mi, sus verdaderos testimonios.- Ellos fueron: Emilia e Irma Cuello Faliveni (mi madre y mi tía respectivamente); Salustiano Azambullo (que era Guardia Civil en Vergara, en los años de la tragedia); Luis Barragán (descendiente de los Barragán de la zona del Arroyo de “El Oro”); Natalio Vergara (El Trompo), que fue Sub Comisario en “El Oro” y conoció muy de cerca a la familia de Dionisio; Domingo Rial Guerra (vecino memorioso y rematador público en Vergara), Salvador Acosta (uno de los testigos, que concurrió al lugar, con el Juez, Médico y Policías) y Francisco Barboza (soldado de Aparicio Saravia, cuando la Revoluciones de 1897 y 1904, a su vez, fue Comisario de Policía, en la Cuarta Sección de Treinta y Tres). También, sumé testimonios recogidos en varios lados y de muchas personas cuyos nombres me es imposible detallar.-

Aun viven en Vergara, descendientes de Quintín Núñez (el padre de Dionisio); de Luis Ramos (el padre de Marina); de Gregorio Lemos (el policía que estaba con Yelós, cuando Dionisio arribó a la Comisaría) y de Abelardo Gabino Correa, que fue el Juez de Paz que participó en el hecho.-

No voy a redundar en detalles, que han sido contados innumerables veces, escritos otro tanto, dibujados en la escena del hecho e incluso, filmados en antiguas películas.-

Simplemente y con el debido respeto, voy a escribir las versiones que conjunté, con el único fin de encender una pequeña luz sobre el manto de misterio, que desde años atrás, cubre la inmensa oscuridad de la tragedia.-

He leído varios libros acerca de Dionisio Diaz. Recuerdo, que el primero de ellos, fue el “Romance de Dionisio Diaz”, escrito por la pluma magistral del vergarense Serafín J. García. Poco después, mi padre, que era un ávido lector, me acercó “Gurí Guapo”, el poema del Dr. José Gorosito Tanco, que también vivió en Vergara cercano a esa época y conocía detalles de la tragedia.-

Todo ello, despertó en mi intelecto, que era el de un niño de 9 o 10 años en ese tiempo, un cúmulo de preguntas, queriendo saber más acerca de aquello tan doloroso y a lo largo de tantos años (hoy, cuando escribo estas crónicas, tengo 51 años de edad) continué intermitentemente, recogiendo datos y escuchando versiones y opiniones.-

Sin más preámbulos, vayan a continuación los testimonios conjuntados, seguidos de mis conclusiones personales (que muchas de ellas no están en los libros) y de mis preguntas sin respuestas, que aclaro: no soy el dueño de la verdad. Que con ello, tampoco disipo las dudas, que continuarán surgiendo a lo largo de los años.-

Como se sabe, Juan Diaz, había llegado a la zona del Arroyo de “El Oro”, con su familia, procedente del Departamento de San José, desde un lugar conocido por “Carreta Quemada”, comprando en el año 1902, la cantidad de 80 cuadras de campo al Sr. Tomás Barragán (abuelo de Luis Barragán, una de las personas, que me aportó testimonios).-

Entre la gente de la época, fue común decir, que había participado en la revolución de 1897, sirviendo al ejército colorado (incluso en una casa de Vergara, actualmente, se conserva la divisa que portó en la revolución) y que en su profesión de carrero, había dado muerte, luego de un altercado a un hombre, que era su socio. Alguien más expresó que sobre él, pesaba la sospecha de que había retenido el capital a su socio y que con ese dinero, había comprado el campo a Barragán (hecho que hasta el momento no lo he podido confirmar).-

Para mi madre y mi tía, que lo conocieron de niñas, dado que cuando venía con su carreta para Vergara, muchas veces paró en el “Bajo Hondo” (paraje cercano a Vergara), donde residía mi abuelo materno Adramantino Cuello Das Neves, era un hombre, introvertido, serio, trabajador, respetuoso y de mucha confianza, entre los mismos carreros y los patrones para los cuales fleteaba. Jamás, le vieron ingerir bebidas alcohólicas, ni contar bravuconadas. Sabían, que entre las personas de “El Oro”, era de confianza, querido y respetado.-

La enemistad casi convertida en odio, que sentía por Adolfo Ramos (El famoso “Zurdo”), un hombre siniestro, muy poco querido por los familiares, por los vecinos y por la Policía, contrabandista con cargueros, que había sido soldado de Basilisio Saravia, en la División Colorada de Treinta y Tres, en 1904 y que tenía un campo cerca del Paso “De los Vicos” (Arroyo Corrales del Parao), lo llevó a no querer en su casa a Luis Ramos (el padre de Marina), discutiendo con éste, en más de una oportunidad, como cuando cortó el laurel que había en el patio de la casa o como cuando una tarde Ramos trajo una oveja, no se sabe de donde y la carneó en el interior del galpón, ante la mirada furiosa del viejo. Otro día también, mientras Ramos y Eduardo Fasciolo, herraban un caballo en el patio de la casa, Juan Diaz, que merodeaba por allí, le hacía señas por atrás a Eduardo, que empuñaba el martillo en esos momentos, que le propinara un golpe en la cabeza a Luis Ramos. Y Eduardo, no se animó….

Era indudable, que la muerte de la esposa en el año 1925, su precoz ancianidad, sumada al casi olvidado oficio de carrero, por la incursión de vehículos más rápidos, la presencia de Ramos en la casa, le habían generado a Juan Diaz, paulatinamente, episodios contenidos de tristeza y rencor. Prueba de ello, es que últimamente, se pasaba visitando a los vecinos de la zona. Estaba ausente de la casa por varios días y en una oportunidad que el perro “Tizón” lo mordió en una pierna, se fue para el monte de “El Oro” y se ocultó en el interior del mismo. La familia, dio cuenta en la Comisaría y el Comisario Ramón Da Rosa (tío del escritor Julio C. Da Rosa), delegó al Escribiente Yelós para que fuera hasta el lugar y hablara con el viejo, dado que éste, había sido carrero del padre de Yelós y entre ellos, se profesaban amistad. Así lo hizo el Escribiente, logrando convencer a Diaz, que retornara a la casa (pues estaba con la herida infectada) y a pedido de éste, que Ramos, se fuera de la misma, incluso con el compromiso que junto con María, Dionisio y Marina, se irían a establecer en una casa en “El Oro”.- Luis Ramos, ya tenía una casa conseguida en el Poblado, pero antes de mudarse con la compañera y los niños, decidió irse a la frontera a traer una carga, en compañía de Santos Barreto, otro vecino de la zona. Cuando retornó del viaje, ya era tarde…..pues, se había suscitado la tragedia.-

Por las informaciones que he obtenido, en 1929, “El Zurdo” Ramos, había      fallecido.-

Unos días antes de la tragedia, Juan Diaz, estuvo en Vergara en el comercio de Larrambebere y Cía. (que estaba ubicado donde hoy, es el SUPER DE LA VILLA, esquina cruzada a la Plaza Confraternidad, frente a la Sucursal del Banco República) y compró una camisa y una bombacha de campo. Cuando el dependiente, le entregó las ropas envueltas y él, se llevó la mano al cinto para sacar el dinero, dijo sin mirar a quien lo atendía: - Aura sí, tengo con que me cuesan la mortaja ¡!.....

Otro día de esos, se encontró con Salvador Acosta, vecino de Vergara, a quien conocí de niño y le dijo, entre otras cosas, que iba a tener que sacar porte de armas, porque últimamente se sentía “como amenazado”, sin explicarle causa ni motivo.-

Luego de estar varios días ausente de la casa, Juan Diaz, retornó imprevistamente en la mañana del 9 de mayo. O sea al otro día del cumpleaños de Dionisio. Había ido a despedirse de unos Guillermo que tenían campo en la zona y venía, más hosco, más silencioso que nunca, percibiendo a la llegada nomás, la evidencia puntual de que sus ranchos, con motivo del cumpleaños de Dionisio, habían servido de alojamiento transitorio, para “variados asistentes”, que para esa ocasión habían traído caña blanca, asado y guitarra, entre otras cosas más……Recordemos, que María Luisa Diaz, tenía 28 años de edad y era muy bonita….

PRIMERA CONCLUSION PERSONAL: Este y no otro, sumado a “los celos” de Juan Diaz,  para con María Luisa, quien apareció muerta en el suelo, con las ropas levantadas sobre su cabeza fue el detonante de la tragedia. Agregado al hecho de que la cuna de Marina, apareciera cosida a puñaladas, se desprende “a ojos vistos”, que el viejo quería matar a las dos…. SEGUNDA CONCLUSION PERSONAL: Era indudable que había otra persona en la escena del hecho……(Descartándose que no eran, ni Luis Ramos (porque hasta lo atestiguó con Santos Barreto, su compañero de viaje en los montes del Tacuarí), ni “El Zurdo” (porque ya había fallecido)……TERCERA CONCLUSION PERSONAL: Si en ese caso, la persona “de afuera” era un sicario de José Saravia, como se ha escrito, con mucho respeto de quien recogió ese testimonio, pregunto: Por qué no mató a todos los integrantes de la familia? ...Por qué no emboscó a Dionisio cuándo iba hacia el Oro, por adentro del monte, herido, indefenso y cansado?.. Y en ese caso cabe la pregunta, alguien ayudó al niño a transportar a la hermanita ¿?..O fue la mano de Dios, para quienes somos creyentes?...... CUARTA CONCLUSION PERSONAL: Cuando el Escribiente Teótimo Carlos Yelós y el Guardia Civil Gregorio Lemos, llegaron a los ranchos, luego de ocurrida la tragedia, se comentó que Yelós vacilaba en ingresar a uno de ellos, supuestamente donde estaba María Luisa muerta, con el revólver en la mano, avanzando paso a paso… y entonces Quintín Núñez (el padre de Dionisio) que los acompañaba como testigo, le habría dicho: -Entre nomás sin miedo, Yelós ¡..Que aquí no queda nadie vivo ¡!!....... Cómo lo sabía él, que “supuestamente” había llegado después que los Policías al lugar ¿??.....Sería el “visitante” de la noche anterior ¿?...(Las probabilidades, parecen confirmarlo)..

Una cosa, sí, está segura. Quien quiera que fuera “el visitante”, ignoraba que Juan Diaz,  había retornado al hogar y se topó imprevistamente, con él. Máxime cuando también es llamativo, de que el viejo, abandonó su lugar de dormir (que era en el cuarto que compartía con Eduardo) y se fue para el dormitorio de María Luisa, argumentando que se sentía mal…..-

    QUINTA CONCLUSION PERSONAL: Dionisio salió de los ranchos con la hermanita, cuando ya había aclarado. Es moneda corriente, que le dijo a Yelós “que el viejo había rondado toda la noche el lugar….y que al salir, le pareció verlo en el cuarto donde fue encontrada María…..” Vale decir entonces, que su muerte, ocurrió luego de la salida de Dionisio de la casa…..

    SEXTA CONCLUSION PERSONAL: A Juan Diaz, lo mataron. Y este secreto, muchos, se lo llevaron a la tumba y entre los investigadores, muy pocos, hablan de ese tema….. Al ser encontrado su cuerpo por el vecino Asunción Barreto, la autopsia efectuada, reveló “que tenía una puñalada” (lógicamente, que no se la había dado Eduardo Fasciolo, quien no llegó a agarrar el cuchillo que le alcanzó Dionisio). Estaba atado a piedras, para que quedara “fondeado” en la laguna y el cuerpo vino a flote al reventar los tientos con los cuales se le había atado a las piedras. Luego de haber visitado el lugar, comprobé que una persona sola, no podía jamás tirarlo para adentro de la laguna. Que por los menos, la cosa, había sido entre dos o tres.- Serafín J. García  habló de un “contrabandista con fama de guapo” y en un manuscrito que conservaban los familiares de Clerino Zósimo Correa, que fue Juez de Paz en Vergara, durante años, él, también había escrito “el matador fue un contrabandista al cual yo conocí”…..Ninguno de los dos, como muchos más……dieron el nombre del matador…..que no está muy lejos de que fuera el “visitante” de esa noche y que las evidencias indican que no lo movían otras intenciones más, que las amorosas.- Lo más cerca que anduve en mis investigaciones es de que a Juan Diaz, luego de cometido el crimen, fue encontrado en una tapera cerca del lugar, “alguien” se encargó de enlazarlo, cuando intentó dispara hacia el campo abierto y después “lo ejecutó)”, antes de tirarlo a la laguna.- Cabe acotar, que el nombre de quien efectuó tal acción, al saber que el viejo había desatado “una orgía de sangre”, se conservó y se conserva, anónimamente, como un verdadero secreto de familia.-

SEPTIMA CONCLUSION PERSONAL: Mi madre, Emilia Uruguaya Cuello Faliveni, siempre contaba en el seno del hogar, que cuando ocurrió la tragedia ellos vivían en “Bajo Hondo” y como Juan Diaz, era amigo de mi abuelo y circulaba el rumor de que andaba “loco corriendo por los campos”, la psicosis desatada se había vuelto colectiva, al extremo de que en cuanto atardecía, la gente se recogía en sus hogares y se cerraban las puertas y ventanas de las casas. Una tarde, mientras Francisco Barboza, conversaba con mi abuelo referente al hecho, le dijo al pasar:- Da Rosa y Yelós (se refería al Comisario y al Escribiente de la Sección) andan cansando gente y caballos, buscándolo por adentro de los montes, al viejo Juan Diaz…..Ellos bien saben donde está ¡!!...... Y Yelós ordenado por sus superiores, hasta en el Brasil (en la zona cercana a Yaguarón), anduvo buscando a Juan Diaz……

Por último, solo me resta pedir a la Divina Providencia, que otorgue perdón, luz y paz, para esas almas que descansan en tumbas casi desconocidas y olvidadas….

                                                                                        Vergara, 5 de mayo del 2012.-

                                                                                           Jorge Carlos Muniz Cuello